En relación con el Reino
Municiones Para Los Guerreros de la Fe
Cartas en lÃnea con la Palabra de Dios
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Nacà en Venezuela en 1953. Mi padre era portugués y mi madre venezolana. Mi padre era muy trabajador y un excelente emprendedor, por lo que logró un gran éxito como empresario y fundó una empresa próspera en Venezuela. Disfrutamos de una vida muy buena en Venezuela, en la época en que Venezuela era uno de los paÃses más prósperos de Latinoamérica, durante la presidencia de Marcos Pérez Jiménez.
Mi querida madre era una católica devota, y mi padre, un librepensador. No creÃa en la Iglesia Católica, y las iglesias evangélicas eran prácticamente desconocidas en la Venezuela de los años sesenta. Mi padre reconocÃa la existencia de Dios, pero creÃa que estaba en algún lugar del universo, sin meterse en asuntos ajenos. Asà que, aunque mi madre me llevaba a misa todos los domingos, a los catorce años decidà que ya no querÃa ir, pues no le encontraba sentido. Además, mi padre tampoco iba y la iglesia me resultaba terriblemente aburrida. Durante los tres primeros años de instituto, habÃa colaborado como voluntario en un colegio católico, y esa experiencia me hizo pensar que, si Dios era asÃ, entonces no me interesaba.
Asà que a los 14 años, pensé que habÃa hecho un pacto con Dios al decirle: «Mira, no me molestes y yo no te molestaré, asà estaremos a mano y viviré mi vida como me plazca, como crea que es correcto y bueno para mû. En fin, a partir de entonces, empecé a buscarle sentido a mi vida. Disfrutaba de todo lo que el dinero podÃa comprar, aunque era demasiado tÃmido para involucrarme con mujeres.

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Tocaba el piano desde los 4 años y tenÃa un oÃdo musical muy bueno; tocaba para el público desde los 5 y, al llegar al instituto, me involucré con bandas musicales, tocando también el piano y la guitarra.
A los 19 años, cursaba segundo año de ingenierÃa en la Universidad Simón BolÃvar de Caracas cuando, de visita en casa de un amigo, conocà a dos jóvenes que cantaban y hablaban de Jesús. Me miraron a los ojos y me dijeron que Jesús querÃa entrar en mi corazón. Les dije que ya habÃa comulgado en la iglesia católica a los 8 años, asà que no era necesario, y pensé: «No voy a ir a misa los domingos». Los llevé en coche hasta donde se alojaban y los dejé allÃ. Pero hubo algo que me impresionó mucho de ellos. TenÃan algo en la mirada que jamás habÃa visto, algo indescriptible, una luz, un amor, un espÃritu, algo que me invadÃa y me hacÃa preguntarme… ¿Qué hacÃa que su mirada fuera tan profunda, tan especial, tan diferente a la de la gente que me rodeaba?
Unas dos semanas después de conocerlos, estaba en mi habitación a punto de apagar la luz, cuando por fin dije en voz alta: «¡Jesús, si de verdad estás aquÃ, demuéstrame que eres real!». TenÃa una bonita biblioteca en mi habitación, con bastantes libros, y una Biblia que me habÃan dado en el colegio católico, pero que nunca habÃa leÃdo. Asà que la saqué y la abrà al azar, y se abrió en el primer capÃtulo de Mateo. Leà el primer capÃtulo, luego el segundo, luego el tercero; no podÃa parar de leer. Leà veintiún capÃtulos esa noche, y cuando desperté por la mañana era una persona diferente. De repente, ya no me interesaba nada de lo que el mundo me ofrecÃa. Lo único que querÃa era saber más sobre Jesús y todas las cosas increÃbles que habÃa leÃdo la noche anterior, como: «Venid, seguidme, y os haré pescadores de hombres». Asà que fui a visitar a estos chicos a su comunidad cristiana, les conté mi experiencia con Jesús y, menos de un mes después, decidà dejar el mundo atrás y entregar mi vida entera a Dios, y eso fue lo que hice. Claro que hubo bastante revuelo en casa de mis padres, pues pensaban que me habÃa vuelto loco, que me habÃan hipnotizado o que estaba bajo los efectos de alguna droga, ya que no podÃan comprender la pasión que me habÃa invadido; nada me detenÃa. Mi padre me ofreció un buen apartamento si querÃa mudarme, o también enviarme a estudiar música a Inglaterra o Estados Unidos, algo que nunca habÃa querido hacer, ya que deseaba que fuera un hombre de negocios exitoso como él. También me ofreció un trabajo en su empresa con un buen sueldo; lo que yo quisiera. Pero por mucho que amara a mi familia, sabÃa que Dios me llamaba, asà que poco después de irme de casa, sabiendo que Dios bendecirÃa a mis padres porque estaba haciendo su voluntad, obedeciendo su llamado a ir por todo el mundo a predicar el Evangelio a toda criatura. A partir de entonces, comenzó una vida de aventuras. Empecé a leer la Biblia a diario y a memorizar versÃculos. Empecé a hacer cosas que nunca pensé que harÃa, como limpiar baños, lavar platos, barrer y fregar las casas de nuestra comunidad y luego salir a hablarles a todos sobre Jesús, todos los dÃas. PodrÃa pasar horas hablando de todas las cosas maravillosas que he experimentado sirviendo al Señor, pero para resumir: Desde que encontré a Jesús, he trabajado como misionero en varios paÃses de Sudamérica.
Tengo 71 años. He vivido por fe y he visto la mano de Dios en mi vida de muchas maneras poderosas. He estudiado la Biblia fielmente durante todos estos años, y es asombroso cómo se renueva cada dÃa más. Siempre he creÃdo en todo lo que está escrito en ella, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. He predicado el Evangelio en las calles, en canales de televisión, radios e iglesias de diferentes denominaciones, con algunas de las cuales también he colaborado, en Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Perú, Colombia, Venezuela, República Dominicana, Cuba, Estados Unidos y Madeira (Portugal). Encontré a una mujer maravillosa en Brasil, donde nos casamos en la ciudad de Belo Horizonte, y desde entonces hemos trabajado juntos para difundir la verdad del Evangelio.
El Señor nos bendijo con 13 maravillosos
niños, que ahora están repartidos por diferentes naciones a lo largo de
el mundo. Hemos pasado por altibajos, ya que hice muchas cosas
errores, principalmente por seguir a predicadores que no seguÃan a Cristo.
como Él quiere que seamos, pero Dios es tan amoroso y misericordioso que siempre nos ayudó.
volvamos al camino correcto y angosto para seguirlo, como Él lo ha hecho.
nos han ido transformando a lo largo de los años, y espero que vengan los mejores años.
de nuestra vida como el Señor lo prometió,
Él es quien nos eligió, nosotros no lo elegimos a Él y Él lo ha dispuesto.
que demos fruto que permanezca. Por eso ruego que encuentres las cartas que he escrito.
Escrito para ser una bendición en tu vida, y añadiremos cada vez más.
Los materiales de esta página han sido recopilados por uno de mis
Hijas maravillosas: MarÃa Victoria. Puedes dar gracias a Dios y a ella.
para este sitio web.
